Memoria emotiva

El perfil del Menotti futbolista: rebelde con y sin causa

Antes de descollar como entrenador, el Flaco forjó una faceta como jugador dominada por la calidad y una personalidad que rompió los moldes de su época.

Por Redacción EG ·

05 de mayo de 2024

CÉSAR LUIS MENOTTI cimentó una gran carrera como futbolista pero no medida en títulos sino en categoría, con el sello distinguido de los que derrochan jerarquía, de los distintos que juegan a otra cosa. Desde su espigada figura que superaba el metro noventa de altura, el cerebro no quedaba sin embargo tan lejos de los pies como para no poder ordenarles hacer cosas poco convencionales con la redonda.

Entre 1960 y 1966 deslumbró como artista en Rosario Central -el club que lo vio nacer-, Racing y Boca. Y en el '67 se dio el lujo de ser pionero en los Estados Unidos, más de medio siglo antes que el actual rey del fútbol, Lionel Messi, e incluso anticipándose unos años a otro rey, Pelé, del que se dio el lujo de ser compañero en Santos, en 1968.

Alguna vez El Gráfico le preguntó cómo jugaba y el Flaco dio su parecer: "No sé, no sé... Si me das a elegir a mí, pero es muy vanidoso, como Riquelme; un tipo con buen disparo de larga distancia, con mucho pase-gol, era hábil, tiraba túneles, le pegaba fuerte a la pelota".

Quizá sus condiciones no estuvieron a tono con sus logros, ya que al decir del hincha común, pintaba para más, algo que no discutía: "Es probable que estuviera para más, pero era caprichoso, y además, ya de jugador, empecé a plantear el famoso debate. De pibe declaré: '¿Para qué vienen los entrenadores a Rosario? ¿Vienen a aprender, no? Porque no enseñan nada', y ya se me empezó a crear un clima raro con los entrenadores. Fui a la selección y ¡Dios mío! las cosas que dije de los entrenadores. Era una vergüenza: cada vez que me llamaban había un técnico diferente. A mí me agarró la peor época del fútbol argentino, cuando se pusieron de moda los equipos que luchaban, un fútbol de mierda, era bravo sobreponerse".

Menotti debutó en el elenco Canalla en 1958, cuando tenía 19 años, y en 1962 se calzó la camiseta Albiceleste. No sólo la calidad era lo suyo: también la personalidad que lo convirtió de a poco en un jugador con fama de rebelde y raro, dispuesto a romper el molde de las declaraciones de casete con reflexiones poco comunes para los colegas de su época.

En 1964 revolucionó el mercado de pases con su transferencia a Racing por 16 millones de pesos, una verdadera fortuna que conmovió la escena del fútbol y motivó un agudo artículo del maestro Osvaldo Ardizzone en las páginas de El Gráfico titulado La autopsia de 16 millones, en el que hace un descarnado análisis para destacar sus extraordinarias condiciones pero también criticar su indolencia. Acude para ello a reflexiones del propio Menotti y remata con su consejo para afrontar con éxito lo que sería su aventura racinguista.

El siguiente es un extracto de aquella pieza periodística de antología:

"Menotti jugador, Menotti individuo son dos imágenes que guardan gran analogía. Quizá existan mejores jugadores que el rosarino, pero Menotti lleva el condimento de cierto tipo de atributos. Una personalidad singular. Una muestra de personaje moderno, desprejuiciado por la opinión corriente, algo frívolo en sus gustos e inclinaciones personales, en la vestimenta deportiva, en la velocidad descontrolada de su automóvil. Puede ser el tipo 'raro' para el medio común, extemporáneo en las respuestas, algo burlón, crítico agudo e irónico. Uno de esos tipos que no se queda con nada adentro". 

"Vida fácil, sin problemas económicos, estudiante, casa en el barrio elegante de Fisherton. Menotti no tropezó con obstáculos ni contrariedades. Por eso se siente seguro. Y todo eso se transmite a su fútbol, a su manera de jugar, que despierta tantas polémicas. Para él su fútbol es el único. 'Juego así porque así debe ser. No voy a renunciar a lo que pienso porque los otros jueguen de distinta manera. Fútbol hay uno solo'. Y es el de Menotti. No hay duda para sus principios". 

"Su misma personalidad, su confianza en lo que sabe, le traen ese principio de rebelión, de inconformidad. Quizá su error provenga de pretender jugar con hombres que sientan exclusivamente como él. Por eso, cuando no la encuentra, cuando se enfrenta con la imperfección, con el disparate, con un toque sucio, con una pelota mal ubicada, se desata en todo tipo de adjetivos, contra todo el mundo, contra él mismo". 

"Entonces empieza a jugar su propio partido. A enredarse en el dribbling, a desesperarse con el túnel, a intentar el gran gol de su vida. Lo que sorprende es que no le importan ni las críticas ni los silbidos. No lo achican. No lo disminuyen". 

"Admite y sabe que es tema de discusión. Que tiene detractores y partidarios. Porque Menotti no es el jugador que conmueve por la sencillez, ni tampoco es el que muere en la cancha agotado, dejando los pulmones. Sabe incluso que no apasiona, que no llega totalmente a la tribuna. Que su notoriedad es polémica constante. “Yo le preguntaría a toda esa gente: ¿saben que soy el goleador de Central desde hace 5 años, desde que juego?; marqué un promedio de 14 a 15 goles por temporada. Y me mandaban a jugar de N° 10, allá arriba, despegado, esperando la pelota larga. Yo soy N° 8. Necesito venir de atrás. Tener lugar, espacio para maniobrar, para poder sacar la pierna". 

"Menotti es el crítico agudo de todo lo que siente y ve burdo, inarmónico, torpe. Experimenta una repulsa natural hacia “el mal gusto”, que va desde una corbata a un par de zapatos. Ese es el gran “trauma” que se refleja en su fútbol. Ese “buen gusto”, lo hace intransigente, lo transforma en “sectario”. Sin darse cuenta desprecia la carrera, no le gusta la jugada fuerte, elude la fricción, el forcejeo". 

"Menotti, sin proponérselo, no juega para todo el mundo. En su intimidad está la pequeña vanidad de jugar para un núcleo 'que sabe'. Todos sus movimientos, todos sus túneles, sus chanfles, su toque, están dirigidos para 'la minoritaria secta de los eruditos'". 

"Este es el contenido de los 16 millones que pagó Racing. Un tipo singular. Un hombre dotado para jugar al fútbol. Pero que no admite más que el suyo. Que admite que su equipo pierda antes que ganar jugando mal. Que aun perdiendo por goleada está contento, porque los que ganaron se comieron un toque de novela". 

"Así es usted… Ahora le voy a hablar yo. Así en primera persona. Sin pedagogía, sin el entrecejo fruncido, ni el índice acusador. No puedo reprocharle nada; usted es como es y a su edad los consejos hacen reír. ¿Cuántos tiene usted? ¿Veintiseis? Le pido nada más que un poco de memoria. Borre los brazos caídos. Sepulte para siempre las manos en la cintura. Sienta, sienta fuerte. No se olvide de su fútbol, no cambie su buen gusto, pero sí apriete los dientes. Mande, grite, corra, juéguese los 90 minutos, para usted, para Racing, para todos".